miércoles, 6 de febrero de 2013



CONSIDERACIONES SOBRE "AMOR"

Si con la entrada de "El lado bueno de las cosas" comentaba que esta se trataba de la comedia dramática independiente siempre nominada al Oscar al mejor film del año, hoy toca hablar de otro clásico, la europea que viene con la vitola de cine de calidad.; "Amor". La dirige, de forma magistral, el austriaco Michael Haneke, autor del que he visto, en mi opinión, la mejor versión de Kafka en el cine; "El castillo", incluso superior a "El proceso" de Orson Welles y otras notables películas como "Funny games", "La cinta blanca", con la que gano su primera Palma de Oro en Cannes o "Código desconocido".
Pero más que de la cinta, que me encantó, las consideraciones también van a hablar de más tema.


"Amor" trata sobre un matrimonio de ancianos, antiguos profesores de música que gracias a una enfermedad degenerativa en ella, pondrán su amor en juego, comprobando que el sufrimiento y la abnegación más absoluta puede doler mucho. Como se ve, es una historia que gira en torno al amor y a la muerte. Eso si, es un "dramón" sin contemplaciones, donde al salir del cine da la impresión de volver de un funeral que de una sala cinematográfica. Y es que Haneke, nunca ha dejado prisioneros. Sus filmes o son alabados o repudiados a partes iguales, cosa que es sintomático de un buen director.
En esta, como en buena parte de su fimografía, apenas utiliza música, salvo unos temas de Schubert interpretados por Alexandre Tharaud, y sobre todo, para mi, es el director vivo que mejor utiliza el plano fijo y las escenas que no salen en pantalla, pero que podemos vivir o sentir sin necesidad de verlas. Aquí da un curso de recursos estrictamente cinematográficos. si a esto le sumamos que tanto como un pletórico Jean Luc Trintignant como una apoteósica Emmanuelle Riva, si la academia es justa, el 27 de Febrero el premio es suyo, están inconmensurables, pues me llevan a afirmar que "Amor" es gran cine, emoción pura y un acierto absoluto, aunque lo que veámos en la pantalla nos acongoje y nos lo haga pasar mal. También influye el cine donde la vi y que ahora comento.
Y es que antes de mi viaje a "El Celler de Can Roca", estuve el día anterior en Sevilla y tras comer en el barrio de Triana, me acerqué al mítico cine Cervantes de la calle Amor de Dios. Uno de esos cines de los que ya no quedan. Un cine con tradición. Única sala de unas quinientas butacas, con un escenario con caja teatral donde está su pantalla curvada y en la que uno se siente como volviendo a épocas pasadas. Y es que pienso en muchos cines donde he visto tantas y tantas buenas, bonitas, malas o regulares historias en lugares emblemáticos que no olvidaré jamás, mientras que imagino que me va a ser más complicado recordar otras "pelis" en la sala tal o cúal de cualquier multicine de centro comercial. Pero así son los tiempos y eso que llamamos progreso.
Me apena tanto, cuando voy a Madrid, ver convertidos los cines de la Gran Via, en tiendas de ropa, restaurantes de comida rápida o simplemente cerrados "a cal y canto" que siento una honda puñalada en mi niñez y adolescencia. En esos locales, he hecho interminables colas para conseguir una entrada para "E.T.", ver la última de John Huston, de Bergman o Tarkovski, he amado y he sido correspondido, he descubierto actores, músicos, fotógrafos o montadores junto con un buen número de recuerdos que se perderán como lágrimas en la lluvia, como decía Rutger hauer en "Blade Runner". Volver a un cine como el Cervantes me ha hecho revivir muchos de los mejores momentos de mi vida, momentos en una sala de cine, momentos para empezar a vivir.

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