viernes, 22 de enero de 2016


CONSIDERACIONES SOBRE "LOS ODIOSOS OCHO"

Octava película de Quentin Tarantino, novena si tenemos en cuenta que "Kill Bill" se estrenó en dos partes, que sigue la estela de casi toda su filmografía y que no va a defraudar a su legión de seguidores y que vuelve al salvaje oeste tras el éxito de "Django: desencadenado".


Como sucedía en la anterior reseñada y en la práctica totalidad de su filmografía tengo sentimientos contradictorios y contrapuestos con esta nueva obra. Por un lado la historia me entretuvo y hay que reconocer que en la dirección de actores y muchos de los encuadres Tarantino es sensacional, uno de los importantes, pero se pierde en historias demasiado largas y explicativas, donde los diálogos y situaciones se repiten sin medida. Eso sí, se sabe lo que se va a ver, pues no hay sorpresas en sus filmes; ocurrencias ingeniosas, mucha verborrea, sangre y violencia a raudales y personajes arquetípicos sádicos, vengativos y escatológicos en muchos casos.
La excusa parece ser un western, aunque casi todo transcurre en el interior de una cabaña, nada nuevo, pues Viktor Sjölstrom ya lo hizo en la obra maestra "El viento", allá por los años veinte del siglo pasado. No son los únicos parecidos razonables u homenajes, como gustan decir ahora, pues esos bellos paisajes helados, llenos de nieve recuerdan a ese gran "spaghetti western" que fue "El gran silencio" de Sergio Corbucci, donde se mezclaban algunos pasajes de cine de terror en una de vaqueros. Aquí más que terror, la cinta se mezcla con una investigación casi policíaca para descubrir al asesino, algo así como el "Cluedo" pero en versión "friki", donde la crueldad es pagada con más crueldad sin salvarse nadie. Para rematar los muchos puntos en común con el oeste transalpino, muchos planos son "calcados" de Leone o Corbucci e incluso la banda sonora es de Morricone, que por cierto se vuelve a copiar a sí mismo, y algunos temas de su banda sonora son autoplagios de "La cosa" de John Carpenter, obra maestra de la música de cine, injustamente incomprendida en los ochenta y que hasta tuvo la desfachatez de ser nominada a los premios Razzies. Tendría gracia que este año ganase el Oscar por hacer lo mismo. Ahora que lo pienso, entre el score de D. Ennio, personajes cercados en un recinto cerrado con nieve en el exterior que no los deja salir y una escena que parece el mítico ¿Quién es quién? de la genialidad de Carpenter, me hacen pensar que las casualidades no existen.
Actores muy competentes y con los que ya ha trabajado en más de una ocasión, aunque se repitan, pues tanto a Kurt Russell lo hemos visto, a Samuel L. Jackson con ciertos parecidos a su protagonista de "Pulp fiction" y sobre todo a Tim Roth en los de Christoph Waltz de sus dos anteriores estrenos. Eso sí, están muy bien todos, como el resto del elenco, encabezados por una inconmensurable Jennifer Jason Leigh. Guion divertido, con sus diálogos acelerados y la suciedad en las palabras de cada caracterización. En especial uno que le espeta Samuel L. Jackson a Bruce Dern para provocarle y matarle a sangre fría, similar al de Dennis Hooper a Christopher Walken en "Amor a quemarropa". Bien, pero lo de siempre. Lo hemos visto antes.
Y con esa sensación transcurre las dos horas y cincuenta minutos de metraje, con un montaje exquisito de Fred Raskin, dividido en capítulos y mezclando el lineal con el paralelo y la fotografía de Robert Richardson, un gran cinematógrafo que triunfó con Oliver Stone y Scorsese y que ahora es la referencia para Tarantino. Eso sí, una pregunta me asola; ¿es necesario los 70 mms.? Tarantino dice que gracias al Ultra Panavision se puede sentir el frío y el aire helado cortante. Pensando que la película es casi toda en una diligencia y una cabaña no sé yo hasta donde es cierta esa frase.

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