CONSIDERACIONES SOBRE "IRON MAIDEN (LISBOA 11-07-16)
Crónica escrita para La Caravana del Rock, el enlace se puede leer aquí. Primera de las dos citas en una semana, la siguiente es el Rock Fest de Barcelona, donde veré a la inmortal banda británica, uno de los mayores lujos que se puede disfrutar a día de hoy.
Un concierto importante este de IRON MAIDEN, celebrado en el MEO ARENA de Lisboa el 11 de julio de 2016 para el abajo firmante, pues es la primera crónica que escribo para La Caravana del Rock de un directo fuera de España, cosa que desde Londres está haciendo nuestro colaborador Alejandro Mulero, y muy bien por cierto.
Ver a “La Doncella” siempre es un placer, y más con la
recuperación del cáncer que sufrió el año pasado su vocalista Bruce Dickinson
al que vi muy delgado y con problemas en algunas notas pero solvente y con esa
maravillosa voz pulida con una estoica y profesional carrera artística. Este es
el concierto donde veré a Maiden en recinto cerrado y en solitario, para
repetir el fin de semana en el Rock Fest de Barcelona, del que volveré a escribir
mis impresiones la semana que viene. Esto de repetir bandas míticas, lo hice el
año pasado con Kiss, en el Download británico, antes del “Brexit” y el palacio
de los Deportes de Madrid, actual Barclaycard Center y no sé si me estoy
pasando, pero así es la vida del amante del rock… y de la música en vivo.
Vamos a lo importante, tras acomodarme en mi asiento de
grada y comprobar el acierto de sitio, pues el antiguo Pavellon Atlantico
presentaba un casi lleno, me disponía a escuchar a los teloneros con una pinta
de Super Bock en la mano, por lo que la predisposición era buena pero THE RAVEN AGE no me dijeron nada. Banda
de metal melódico, muy en la línea de otras de corte parecido y que entiendo
que el único motivo para “abrir fuego” era que el guitarrista era George Harris, hijo de Steve Harris. De sus 45 minutos solo
puedo rescatar el tema “Angel in
disgrace”, resultando monótonos y planosy con esa manía actual de traer
todos los teclados y efectos grabados, cosa que no opino solo yo, pues el
repleto pabellón apenas se movía, al ritmo de la voz de su front man Michael Burrough, lejos de los
registros del metal clásico y más acorde con las preferencias de la juventud
actual. Y esto a uno le hace sentirse mayor y desplazado.
Pero como suele suceder en este tipo de eventos, la media de
edad es muy pasada la treintena y las calvas y barrigas se mezcla con celulitis
y piel de naranja (¡que políticamente incorrecto ha quedado!) en nuestros
cuerpos maltratados por la vida. Muchas giras de Maiden a la espaldas y siguen
convirtiendo cada actuación en una fiesta, con todo el mundo metalero ahí. ¿Qué
sucederá cuando estos grupos se retiren, quien recogerá el testigo? Poco antes de las nueve de la noche se
levantaba el telón y un Bruce Dickinson
encapuchado bebía de la fuente de la eterna juventud, mientras cantaba los
primeros acordes de “If eternity should
fail”, la “joya” con la que se abre el nuevo álbum. Escenario que
representa una pirámide azteca y donde desplegaron su habitual puesta en escena
con fuego, todo tipo de telones, gran juego de luces y un Dickinson tan móvil
como siempre. La nueva genialidad dejaba paso al single del LP que presentaban “Speed of light”, donde pudimos ver la
conexión que siguen manteniendo las tres guitarras de Dave Murray, Adrian Smith
y, el cada vez más envejecido, Janick
Gers que junto al bajo de Steve
Harris y la batería de Nicko Mc Brain.
“Speed of light” es un tema que retrotrae al pasado de Maiden, así que ese
guiño que es “Children of damned”,
del “The number of the beast” se agradeció.
Más del nuevo con “Tears of a clown”
y “The red and the black”, me
llevaba a la conclusión que en el set list había demasiado corte del “The book of souls”. Y no me parece
nada mal disco, de hecho me parece el mejor desde el “Brave new world”, pero seis canciones sobre un total de quince es
demasiado, ya que la duración es excesiva, pero Maiden en la actualidad
defiende sus nuevas creaciones y a pesar de que muchas superen los siete
minutos no las adaptan para directos. “The
trooper” volvía a enervar a un personal ya de por sí excitado. Y al clásico
del “Piece of mind” seguía el “Powerslave” y los dos temas que
cerraban la presentación del “The book of souls”, la eterna “Death or glory” y el tema homónimo,
dejando seis canciones de fin de fiesta. Cosa que empezaba con “Hallowed be thy name", otro tema
para la historia del “The number of the
beast”, al que siguió ese himno llamado “Fear of the dark”, parte de la historia de mi vida, cantada mil
veces en noches poco cristianas, en esos bares y discotecas metaleras abiertas
hasta el amanecer y que poco a poco van desapareciendo por falta de público e
ingresos para el local, ante la protesta absurda de unos no clientes que no van
casi nunca y que cuando lo hacen apenas dejan dinero en la barra (más
incorrección política). El sempiterno “Iron
Maiden” dejaba paso a los bises, tras la habitual salida de escena. “The number of the beast” con la bestia
cruzada de brazos detrás de Mc Brain nos invitaba a soñar y pensar en aquello
que quisimos ser y no hemos llegado, un pasado que no volverá como la mitad de
los bares antes comentados. No entendí la elección de “Blood brothers”, pues “Brave new world”, pienso, tiene temas
superiores pero a ver quien tose a los británicos, sobre todo si acaban con mi
tema favorito, un “Wasted years” que
han vuelto a incluir en el repertorio tras unas cuantas giras. No será el mejor
tour de los londinenses pero siguen siendo la leyenda del heavy metal, unos
profesionales de la música y parte esencial de la “educación sentimental”,
parafraseando a Flaubert, de toda una generación. La mía.
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