CONSIDERACIONES SOBRE "JULIO CÉSAR"
Ver en directo una obra de Shakespeare siempre es toda una experiencia, pero asistir a una representación del genio de Statford Upon Avon, en un marco tan incomparable como el Teatro Romano de Mérida es algo muy complejo y difícil de explicar con palabras. Es sentir el peso de la historia en cada columna, en cada piedra y en cada movimiento de los actores.La obra elegida en esta ocasión, dentro del Festival de Teatro Clásico de Mérida era, nada menos, que el "Julio César" de William Shakespeare, una obra que a pesar de los años transcurridos sigue de vigente actualidad y de la que existe una magnífica película dirigida en 1953 por Mankiewicz.
Un montaje sencillo y muy diáfano, con una mesa de despacho, unas cuantas sillas, un obelisco móvil y una pantalla de vídeo donde se emiten imágenes de los personajes gritando, llorando o muertos y que me pareció una espléndida idea, ya que llena de dinamismo la acción, ya de por si sensacional.
El vestuario intenta ofrecer con claridad el ambiente militar y me pareció entrever una clara analogía con la Italia fascista de Mussolini en los trajes. Otra idea que funciona, pues fue el propio César el que acabó con la República, creando una dictadura más o menos populista. De ahí que Bruto y Casio conspiraran para asesinar al tirano y volver a instaurar la República, en nombre del bien común.
Y no es el único punto de Shakespeare que me ha hecho reflexionar, pues entronca directamente con las tragedias griegas, en ese punto, en que es una tragedia, definiendo este tipo de teatro como el momento en que los personajes están marcados por el destino y no pueden elegir, lo que sería el punto de separación con el drama. Aquí, al inicio ya lo asegura el oráculo al propio César.
Y no lo puedo evitar, es una de mis debilidades la tragedia, desde Sófocles, Eurípides, el propio Shakespeare, hasta llegar al último gran autor trágico, el Federico García Lorca de "Bodas de sangre". Así que estimados lectores, ya sabéis: "Guardaos de los Idus de marzo".
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