CONSIDERACIONES SOBRE "BIG EYES"
Decimoséptimo largometraje dirigido por Tim Burton, uno de esos realizadores que han conseguido un universo propio y que sus resultados pueden ser mejores o peores pero siempre es un sinónimo de cine interesante y un buen motivo para pasar por taquilla.
La que nos ocupa, ni mucho menos está a la altura de sus grandes producciones, que en el caso de Burton son unas cuantas, pues me parecen soberbias y geniales "Eduardo Manostijeras", "Ed Wood", "Mars attacks!" o la que nunca entendí porque no tradujeron su título al español como "Marte ataca", con lo bien que queda, "Big fish" y "Sweeney Todd" y otro buen número muy interesantes como "Bitelchus", los dos Batman, "Sleepy Hollow", "Charlie y la fábrica de chocolate" o "La novia cadáver".
Solo creo que tiene un par de lunares en su filmografía y son "El planeta de los simios" y "Alicia en el país de las maravillas" y "Big eyes" sin acercarse a sus peores producciones, está muy en la linea de sus últimas "Sombras tenebrosas" o "Frankenweenie", divertidas cintas que son bastante fáciles de ver y, por desgracia, de olvidar.
Intentando cambiar de registro y salir de su universo fantástico, lo que nos cuenta "Big eyes", es la extraña historia del artista Keane, un autor que realizaba unos cuadros "naif" con niños con grandes ojos. La autoría todo el mundo pensaba que se debía a Walter Keane, un genio del marketing y el autobombo, cuando en realidad la que pintaba las obras era su tímida esposa Margaret. Cuando empezó a llegar el éxito, comenzaron unos serios problemas en la pareja, que dejo casi recluida y bastante trastornada a la sufrida mujer.
Una historia ambientada en los años cincuenta y sesenta en Estados Unidos y que a pesar de algunos momentos donde se nota la influencia de Tim Burton, como el momento en el supermercado, donde empieza a ver a clientes y trabajadores como los niños de sus cuadros o el propio estudio de Margaret, que parece sacado de una pesadilla, denotan la personalidad de su director, aunque ni consigue reflejar los tormentos de la relación de una forma coherente, ya que el personaje de Walter Keane, cambia demasiado rápido de carácter, ni el mundo del arte en la Costa Este. Parece mentira que el guion lo firmen Scott Alexander y Larry Karaszewski, los mismos que nos dejaron sin habla, con su extraordinario "libreto" para "Ed Wood". Ya digo que no es que sea malo pero se deja demasiadas cosas en el tintero.
El resto de técnicos consiguen un resultado apreciable pero que no será recordado, desde su músico de confianza, Danny Elfman, que ni de lejos firma su mejor partitura, fotografía colorista de Bruno Delbonnel y edición lineal bien resuelta de JC Bond, que debuta como principal responsable en montaje con esta película. Lo único que me parece sensacional es el diseño de vestuario pero al saber que es de Colleen Atwood, una de las mejores en su campo, no es para nada de extrañar.
Los actores a pesar de haber buenos secundarios como Danny Huston, Jon Polito o el gran Terence Stamp, todo el peso recae en la pareja protagonista formada por Christoph Waltz y Amy Adams. Waltz se limita a hacer lo que mejor sabe y que le ha llevado al "estrellato" en Hollywood, un hombre simpático, irónico pero de gran frialdad e incluso malicia, una composición muy similar a los dos idénticos Oscars que ha conseguido con Tarantino, con los mismos "tics" en el rostro y esa sonrisa de intrigante simpático. Muy distinto registro el de Amy Adams, cada vez mejor actriz y de la que ya he dicho en alguna que otra ocasión mi gusto por sus buenos recursos interpretativos.
Lo que, como amante de la pintura, no comprendo es el éxito de Keane, un arte "naif" y simplón, muy "kitsch", que maravilló a multitud de personas en Estados Unidos, incluso recuerdo el chiste de Woody Allen en "El dormilón", donde en el futuro Diane Keaton, exclamaba "Es un auténtico Keane", ante un cuadro infantil de trazo rudimentario con un niño con ojos grandes, pero que aún así ha conseguido popularizar la pintura. Lo mismo que sucede con otros autores limitados en literatura como Dan Brown o Paulo Coelho, que a pesar de lo limitado de su escritura, consiguen un éxito sorprendente. Pero así marcha el mundo y al final voy a acabar pensando que el arte con mayúsculas solo está al alcance de una minoría, por mucho que los gobiernos intenten universalizar la cultura, bajando el nivel educativo a límites sonrojantes.
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