domingo, 26 de abril de 2015


CONSIDERACIONES SOBRE "EL ÚLTIMO LOBO"

Interesante coproducción chino- francesa, dirigida por un veterano en estas lides como Jean Jacques Annaud, que ha sabido conjugar el alegato ecologista con la honestidad, cosa difícil de encontrar en estos terrenos, más dados al sentimentalismo y la demagogia.


Y todo con un guion simple, pero bien argumentado, basado en una célebre novela del chino Jiang Rong, que por lo visto tras "El libro rojo" de Mao, fue el más vendido en China en el siglo pasado, y que tengo que reconocer que no he leído.
Una historia eficaz sobre dos estudiantes universitarios que en plena Revolución Cultural, son enviados a la Mongolia más inhóspita, para enseñar a leer y escribir a los habitantes de una pequeña comunidad y aprender las técnicas de ganadería y agricultura de sus anfitriones. Como suele suceder en estos casos, los chicos de la ciudad aprenderán mucho más de los hombres del campo, dotados de una sabiduría casi milenaria, que lo que ellos puedan aportar, desprovistos de su hábitat y convertidos en unos completos ignorantes de la supervivencia, en condiciones de vida complicadas y duras. Algo que lleva tratando el cine desde siempre y que tan bien narró, por ejemplo, Akira Kurosawa en su obra maestra "Dersu Uzala (El cazador)", el mayor canto a la unión del hombre con la naturaleza, tratado desde el punto de vista del anarquismo científico de Kropotkin, y que, imagino, que a todos los habitantes de las ciudades nos ha pasado alguna vez cuando hemos estado un tiempo fuera de la contaminación y el asfalto de las grandes urbes, con cosas tan sencillas, y a la vez complejas, como vivir sin electricidad, cortar leña o preparar nuestros propios alimentos.
El punto clave en el argumento de "El último lobo" es tratar los diferentes caracteres y formas de ser y su comunión con la fauna y flora que les rodea, de una forma seria y poco maniqueista, pues todo tiene su explicación, para bien o para mal. Y así el conflicto comienza, cuando ciertos humanos roban unas gacelas que tienen almacenadas como alimento unos lobos, lo que consigue que los cánidos bajen hacia el ganado en busca de alimento, lo que provoca que los moradores de la estepa siberiana, esquilmen la población de los animales, matando a sus crías, de una forma bestial, todo sea dicho. Para remate y consecuencia de la extinción de los lobos, una hambruna terrible en la zona, aumenta la zona habitable de otras tribus, con lo que la caza de los depredadores disminuye, obligando a cercar y acabar con una considerable cantidad de caballos, propiedad del ejército, lo que desencadenará el fin del lobo estepario, a manos de los nuevos campesinos y los burócratas del gobierno. Solo un único superviviente, capturado desde cría y criado por uno de los estudiantes, se convertirá en la única esperanza para evitar la extinción de tan interesantes seres.
Todo contado con el gusto con el que suele dirigir Jean Jacques Annaud, que además de sus éxitos con la gran "El nombre de la rosa" o las interesantes "En busca del fuego", "El amante" o "Enemigo a las puertas", ya había demostrado su talento con los rodajes con animales con "Dos hermanos" y, sobre todo, con la excepcional "El oso", por lo que consigue un resultado acertado en cada una de sus secuencias, aunque si se debe colocar en su debe, el empleo del 3-D, que sin llegar a ser molesto, no está a la altura de otras producciones de este tenor, aunque lo solventa ofreciendo un muy buen conflicto dramático, unos personajes interesantes, con una buena dirección de actores y un sentido del ritmo destacable, con lo que en las dos horas que dura "El último lobo", la emoción está servida.
Actores chinos, desconocidos para mi y un equipo técnico muy competente, con un excelente director de fotografía como Jean Marie Dreujou, que ya había colaborado con Annaud en "Dos hermanos", conocía la zona de su trabajo en "Balzac y la joven costurera china", una bellísima película. Tanto como sus dos obras de 1999, la excepcional fotografía en blanco y negro de "La chica del puente", genialidad de Patrice Leconte y la maravillosa "La fortuna de vivir". Aunque si alguien sorprende en este aspecto es su compositor James Horner, que ha perdido su puesto de privilegio entre los músicos de cine, pero que sigue ofreciendo esas magníficas orquestaciones que tanta fama le dieron en el pasado.

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