CONSIDERACIONES SOBRE "PESADILLAS"
"Pesadillas" era una serie de libros creados por R.L. Stine para un público adolescente, que demandaba sus primeras historias de terror. Una saga que vendió una barbaridad y que tuvo su serie de televisión, aunque su adaptación al cine era complicada. Y es que el propio carácter de las historias donde no se seguía un orden ni cronológico, temporal o en el mismo lugar dotaban de una complicación extra que han solventado de forma correcta los autores de la historia y el guionista Darren Lemke, poco conocido y del que solo había visto su mediocre trabajo para "Jack, el cazagigantes", que han optado por colocar de protagonista al propio Stein, en una inverosímil historia donde sus novelas se convierten en reales creando el caos en un pequeño pueblo de Delaware, ayudado por la hija del escritor y dos jóvenes, su vecino recién mudado y el amigo cobarde que sirve de alivio cómico. Si dejamos a un lado lo imposible de la trama y nos sumergimos en el cine de evasión de la pubertad pasaremos un buen rato.
Porque ese es el gran acierto de su director Rob Letterman; mantener el espíritu del cine para toda la familia de los años ochenta. Y es que para alguien como yo, que ya ha cumplido los cuarenta, hablar de esa década es un viaje al pasado, cines de sesión continua, aprender y descubrir junto a los amigos y cine, mucho cine. Títulos míticos como "Los Goonies", "Gremlins", "Regreso al futuro" o "la historia interminable" han llegado a mi memoria viendo este entretenido largometraje, sobre todo la dirigida por Joe Dante, con los gamberros muñecos verdes pero pasado por el tamiz de un gran entretenimiento de la década posterior como es "Jumanji". Con estos mimbres Letterman consigue lo que pretende, que no es más que hacer pasar un buen rato y ofrecer un primer acercamiento al terror a una generación predispuesta desde el principio a este género, bien sea por los videojuegos o desde la pequeña pantalla.
Pero lo único que falla, y es un error importante, es los efectos especiales; en concreto los visuales, pues como sucede en multitud de estrenos recientes, los CGI no resultan creíbles, haciéndonos añorar las marionetas de nuestra infancia, tanto que el malo, el pérfido Slappy, es un muñeco de ventrílocuo que cobra vida, erigiéndose en el siniestro líder de una pandilla de mónstruos con múltiples guiños a los clásicos de la Universal y del horror de Serie B de los cincuenta y sesenta. Lástima que falle en ese campo, pues de lo contrario estaríamos hablando de una cinta modélica al público a quien va dirigido, con todas sus limitaciones. Gracias en buena medida a un elenco de profesionales intachable, con la reconocible banda sonora de Danny Elfman, en la onda de las creadas para Tim Burton y la oscura fotografía de Javier Aguirresarobe.
Entre los actores, sin duda destacan dos, el genial cómico Jack Black, aquí más comedido como personaje de carne y hueso, dando "rienda suelta" a sus retorcidos giros de voz como Slappy y una actriz que conocía, Odeya Rush, una de esas jovencitas que la cámara desea y uno no puede dejar de mirar la pantalla cuando está en escena. Sí no se pierde por el camino el futuro le pertenece, ya que tiene ese punto extra de fotogenia, ya que hay actrices igual de bellas pero que les falta ese punto para que la cámara las quiera. Solo por eso merece la pena ver "Pesadillas".
Un escapismo bien filmado, con buen ritmo y que se ve con agrado, merced a sus ingeniosos, rápidos y hábiles diálogos que me han hecho evadirme a un pasado feliz y a las salas de sesión continua de mi barrio, los cines de verano y la importancia de ver los estrenos en las colosales salas de la Gran Vía. Para mí era como trasladarme a otro mundo, un viaje iniciático, que con el paso de los años está siendo arrebatado por el cierre de los cines por la falta de asistencia convertidos en tiendas de ropa. Cosa de los tiempos, aunque esa esencial parte de mi aprendizaje y crecimiento quede "marcada a fuego" en la memoria.
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