jueves, 25 de febrero de 2016


CONSIDERACIONES SOBRE "REALISTAS DE MADRID (MUSEO THYSSEN- BORNEMISZA)"

Una exposición más que interesante sobre uno de los movimientos españoles del siglo XX que más adeptos tiene entre el público y que viendo el numeroso gentío para entrar parece claro que se va a convertir en otro éxito del museo madrileño.


Y lo más curioso es que esta muestra es bastante más local que la gran mayoría de las exhibidas en el Thyssen, como la anterior dedicada a Eduard Munch, pero a pesar de escuchar múltiples acentos en español, también se congregaban personas de otras latitudes y otros idiomas, visitando este enorme activo turístico como es el arte, tema al que volveré más adelante. Imagino que el principal motivo era poder disfrutar en vivo de los cuadros de Antonio López, el gran protagonista de esta exposición colectiva.

Se pueden observar pinturas y esculturas de Julio López, Francisco López, María Moreno, Amalia Ávila e Isabel Quintanilla, que de este grupo es la que más me ha interesado con unos bodegones y naturalezas muertas apasionantes y un trazo que ha despertado en mí sensaciones de soledad y abandono, sobre todo unos jardines con una higuera, descritos desde diferentes posiciones que ha conseguido conmoverme, aunque los oleos más seguidos y concurridos sean los de Antonio López, auténticas obras maestras del detalle y que intimidan por su preciosismo y capacidad de descripción desde ese "Lavabo y espejo", auténtico autorretrato invisible, ya que lo único que falta es su rostro en el espejo pero donde aparecen todos los utensilios utilizados en el baño y que se completa con otros más del aseo de la casa del artista en donde destacan los de mayor formato, por no hablar de esas vistas de un Madrid desde distintas épocas, de la Gran Vía a las elevadas en Vallecas, zonas que conozco muy bien y por las que he paseado mucho en mi adolescencia y juventud.

Un estilo que siempre he conocido como "hiperrealismo" y donde militan tipos tan importantes como Edward Hooper. De hecho, al acabar la exposición fui a la colección permanente a ver el único oleo que posee el Thyssen del autor norteamericano, el barco "Martha Mc Keen". No en vano el movimiento de los hiperrealistas surge en la tierra de las barras y estrellas. Cierto que la comparación es interesante y algo que recomiendo a todo aquel que se acerque al museo del Paseo del Prado, aunque tengo que decir que no era el único motivo, pues temas más espurios me llevaron a refugiarme en la colección permanente, ya que por la aglomeración y la falta de sensibilidad de los que se agolpaban delante de los cuadros como si buscasen a Wally, cosa que por norma general he visto siempre pero que en unas pinturas como éstas tan basadas en el detalle, lo convertían en agotador, pues era imposible ver a una distancia normal los cuadros de gran formato o incluso no me quedo más remedio que amonestar a un hombre de mediana edad que sin importarle a nadie tomaba fotos con flash con su teléfono móvil. Todo eso hizo que buscase refugio al abrigo de alguna sala vacía donde poder disfrutar de ese acto íntimo que es el diálogo entre la obra y el espectador, lo que me ha hecho plantearme el gran negocio en el que se ha convertido el arte desde hace unos cuantos años. En mis cuarenta años he visto como las pinacotecas en España eran una buena forma de educarse y disfrutar sin gastar dinero, ya que eran gratuitas a convertirse en un acto social donde es extraño que la entrada no llegue a los diez euros o mucho más sí se quiere visitar todo el museo. Lo mismo que ha sucedido con el fútbol. Dos temas en principio en las antípodas pero que se complementan, como bien demuestra Francisco Sánchez Tortosa con su espléndida bitácora "Bipancho y el mundo", blog del que me declaro absoluto seguidor, que recomiendo y al que quiero dedicar esta entrada.

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