sábado, 12 de octubre de 2013
CONSIDERACIONES SOBRE "ULISES"
Comenzaba el mes pasado un sub-apartado en literatura, de los libros que más me habían marcado como lector. El inicio era con "En busca del tiempo perdido" de Marcel Proust, pero este mes "ataco" con otro totem de la literatura universal: El "Ulises" de James Joyce.
Como sucede con Proust, el "Ulises" requiere buena predisposición, concentración absoluta, ya que exige mucho al lector y una enorme capacidad de abstración, pues el lenguaje y la forma en la que está escrito es una verdadera locura. Eso si, si se consigue penetrar en ese Dublin de inicios del siglo XX que nos propone Joyce, la experiencia es única e irrepetible. En mis años adultos, o mejor dicho a partir de los treinta, como lector, nunca una novela me ha marcado tanto.
Y eso que los inicios no fueron precisamente halagüeños, pues la primera ocasión que intenté leerlo, no fui capaz de pasar del segundo capítulo. No entendía nada. Cosa que le pasa a un buen número de personas que intentan acercarse a esta magna obra. Esto te hace sentir estúpido e inferior, pues uno se pregunta si siendo un lector voraz, con una inteligencia y cultura media, ¿por qué no comprendo que me están narrando?,¿qué es lo que quiere contar el autor?.
Con los años y, porque no decirlo, una extraordinaria edición comentada, estoy halando de la de Valverde, pude entrar en la novela, descubriendo lo que tenía reservado para mi. Uno de los momentos de placer intelectual más intensos que he vivido y encima en una época de mi vida bastante complicada. Desde entonces se convirtió en uno de esos pocos libros que me han cambiado la vida. Ahora todo va mejor que en aquel tiempo, pero el recuerdo del "Ulises" permanece inalterable.
¿Y que es lo que hace tan especial a este mito? Realmente lo que está narrando es un día en la vida de sus dos protagonistas; Leopold Bloom y Stephen Dedalus y aunque el título y los capítulos hagan referencia a la "Odisea" de Homero, muy poco tiene que ver con la epopeya griega. El ritmo es pausado y en algunos momentos aburrido a propósito, como sucede en el "Moby Dick" de Melville, todo está basado en abstraciones, monólogos interiores y un dominio del lenguaje nunca superado.
Una de los principales virtudes reside en el tono del libro, ya que cada capítulo está contado con una técnica diferente y no es de extrañar encontrar el estilo periodístico, por eso comentaba lo de momentos aburridos a propósito, en la redacción del periódico, la cursilería y el acaramelamiento de las novelas rosas en la playa junto a las jovencistas, obra de teatro en el mítico capítulo quince llamado Circe, paseando por el barrio de las prostitutas de Dublin, otro donde Leopold Bloom en su imaginación, ve como su adúltera mujer le engaña con el joven Stephen Dedalus, mientras el convertido en sirviente le ofrece objetos que faciliten la penetración y mis dos favoritos; el último, un monólogo interior de Molly Bloom impresionante, pienso que ningún escritor ha llegado a entender el alma femenina como aquí y el diecisiete donde todo el episodio se desenvuelve en un catecismo de preguntas y respuestas en tono objetivo y exhaustivo y que le brindé un burdo homenaje en una de las crónicas que realicé para mi peña del Cádiz.
Motivos más que de peso, aunque todavía existirá bastante gente que por el miedo a quedar mal o por esnobismo dicen haberlo leído, sin ni siquiera haberlo intentado, lo mismo que ocurre con "El Quijote". Pero eso lo cuento otro día.
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