miércoles, 26 de febrero de 2014


CONSIDERACIONES SOBRE "CINCO HORAS CON MARIO"

Un placer poder asistir a la representación teatral de uno de esos llamados clásicos contemporáneos, nada menos que el "Cinco horas con Mario" de Miguel Delibes, probablemente el monólogo más celebre de la dramaturgia española del siglo XX.
Esta producción, solo tiene de nueva la actriz protagonista, pues es la misma de José Sámano y dirigida por Josefina Molina que se lleva representando desde 1981. Apenas hay cambios sustanciales.
El escenario con muy pocos objetos, eso que se denomina en la actualidad minimalismo, unas pocas sillas, una mesa con un termo, una jarra de agua y una maquina de escribir y en el centro, presidiendo el escenario, un ataud de escayola o cartón piedra. No se necesita más, pues además del excelente texto de Delibes, la dirección escénica de Josefina Molina es sobresaliente, moviendo a voluntad al personaje de la ya inmortal, Carmen Sotillos. Cada paso, cada gesto, cada mirada están sincronizados, medidos y con ello se consigue que el ritmo no decaiga nunca y que su hora y cuarenta minutos de duración, resulte amena y consigamos reflexionar sobre todos los temas tratados en la obra.
Además de la dirección escénica, se necesita una actriz que pueda soportar la poderosa carga dramática con sus tintes de humor que posee este monstruo llamado "Cinco horas con Mario". Durante veinticinco años, la gran Lola Herrera, consiguió su papel más recordado y, tal vez, su mejor interpretación, en su dilatadísima carrera, por lo que sustituirla parecía imposible, pero los años no perdonan y el papel de Carmen Sotillos, está escrito para una viuda joven, de unos cuarenta y cinco años, por lo que había que conseguir alguien que aceptase el reto.
La elegida es Natalia Millán, proveniente del musical, la he visto en "Chicago" y "Cabaret" y la apuesta es acertada, pues, no voy a entrar en comparaciones, cumple a la perfección su difícil papel. Su bonita voz ayuda a mantenernos en tensión y que podamos seguir el hilo de la trama con amenidad.
La historia ya es conocida de sobra, Carmen Sotillos, una viuda joven, dialoga en el velatorio con el cadáver de su difunto esposo. Así sabremos, sus vidas, sus virtudes, sus problemas, defectos y un pedazo de la historia de España a mediados de los sesenta, pues se escribió en 1966.
Parece mentira, lo que ha cambiado este país en todos estos años. Ver a una mujer de clase media- acomodada y su sometimiento al marido, a pesar de venir de una acaudalada familia, pero esa obligatoriedad de casarse, cumplir con los preceptos del matrimonio católico y una mínima escapatoria del rol de la mujer como mero acompañante del varón, ¡ah, los diálogos de añorar un Seat 600 son gloriosos, súblimes!, nos retrotraen a tiempos que no he concido en persona pero de los que llevo oyendo hablar a mis mayores toda la vida.
Por suerte, todo esto ha cambiado y hoy por hoy los hombres y las mujeres tenemos los mismos derechos, las mismas obligaciones y las mismas oportunidades, incluso por la tan cuestionada discriminación positiva, las mujeres han optado a puestos en la sociedad, inimaginables por el Delibes de esta época y sus coetáneos. Algo hemos mejorado, aunque por desgracia, España cada tiene menos nacimientos, más divorcios y más independencia. Cada vez nos aguantamos menos. Es el precio que tenemos que pagar por la libertad y la verdadera igualdad. Pese a quien pese.

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