sábado, 20 de septiembre de 2014


CONSIDERACIONES SOBRE "CINEMA PARADISO"

Aprovechando que se cumplen veinticinco años del estreno de la película, llega a nuestras pantallas y por tiempo limitado, una nueva copia del clásico de Giuseppe Tornatore. Una ocasión que no podía dejar pasar.
Y como bien decía mi acompañante al salir del cine: "-Esta es una película de las que ya no se hacen-". No puedo estar más de acuerdo, monumentos como "Cinema Paradiso", narrada desde un tono clásico y construida desde los buenos sentimientos pero con el rigor fílmico necesario es muy difícil de ver.

Esas cotas a las que de vez en cuando llega el cine italiano y que cada vez se encuentra uno menos, pero amo algunas de las de Nanni Moretti ("Caro diario", "La habitación del hijo"), de las de Gianni Amelio ("Lamerica", "El ladrón de niños"), alguna otra de Tornatore ("El fabricante de estrellas") o más recientemente "La gran belleza" de Paolo Sorrentino. Y no voy a hablar de Fellini, Rossellini, Visconti, De Sica, Monicelli y tantos otros de la época dorada de Cineccittá.
El guión del propio Tornatore es perfecto, emoción pura. Todas las situaciones son asumibles por el espectador. Reales como la vida misma. El amor, el humor y la tragedia se entrelazan de forma magistral para contarnos la historia de un pueblo unido por su cine. Una historia de sentimientos bajo el prisma de un director de cine que narra en flash back su infancia y su juventud. Su amigo el proyeccionista, su primer amor y ante todo su pasión por el cine.
Pero si el guión es inmejorable, la dirección es espléndida con una cantidad de recursos a tener muy en cuenta y demostrando el por qué Tornatore con imágenes es un excelente contador de historias. Ayuda mucho el tener detrás el excepcional montaje de Mario Morra, habitual de Gillo Pontecorvo y autor de varios "docugores" por exóticos paises, la imponente fotografía de Blasco Giurato, que además de realizar su mejor trabajo, resuelve de forma magistral las diferentes etapas del pueblecito siciliano donde transcurre casi toda la acción y no se puede uno más que rendir ante la colosal y extraordinaria partitura del maestro Ennio Morricone, del que nadie entiende como es posible que no tenga todavía un solo Oscar, más que el honorífico.
Los actores todos estratosféricos, con unos secundarios de auténtico lujo y que dejan paso a otro inolvidable papel de Philippe Noiret, a un niño llamado Salvatore Cascio, con reacciones de niño, respuestas de niño, preguntas de niño, espontaneidad de niño y por lo tanto uno de los mejores niños haciendo de niño que he visto en mi vida. El joven Totó es también memorable, en la piel de Marco Leonardi. Todo es bueno.
Hoy, veinticinco años después de su estreno me sigue emocionando tanto como cuando la vi en el cine Pompeya de Madrid, hoy convertido en una sala de teatro, cuando contaba con quince años, camino de dieciseis y salí maravillado caminando solo por la Gran Vía y pensando en lo muy identificado con lo que acababa de ver. En la actualidad he perdido la esperanza de dirigir como contemplo con horror como muchos de esos cines acaban derruidos o convertidos en tiendas de ropa. Tal vez he amado al cine de una forma que el cine no me ha amado a mi. Una forma correcta de decir que tal vez no tenga el suficiente talento o quien sabe, me veo bastante alejado de lo que se hace hoy en día. lo veo y me entretiene, pero necesito monumentos al séptimo arte como este "Cinema Paradiso". Y no solo por su calidad, sino por lo que significa. Por lo menos en mi vida.

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