domingo, 9 de noviembre de 2014


CONSIDERACIONES SOBRE "DOS DÍAS, UNA NOCHE"

Una excepcional película. Así de claro. Una excepcional película. Avalada por el extraordinario bagaje de sus responsables y la fama de su protagonista nos llega este film belga que me parece todo un canto a la condición humana.
Parece obvio como anunciaba en el encabezado que una producción belga de limitado presupuesto llegase a nuestras pantallas sin algún reclamo. La última fue "Alabama Monroe" pero su éxito se debía a su nominación al Oscar a la mejor película de habla no inglesa. No sería extraño que esta que nos ocupa sucediese a la de Felix Van Groeningen en ese honor.

Pues "Dos días, una noche" lleva el sello de los hermanos Dardenne, una pareja de lo más reputado del cine europeo y a los que llevo siguiendo desde que en los noventa filmasen las antológicas "La promesa" y "Rosetta", unos creadores que han ganado una merecida fama en diversos festivales, y sobre todo en Cannes, donde acumulan varios premios y algunas Palmas de Oro. Lo dicho. De lo mejor que existe en Europa. Su problema radica en ser considerados como cine de "arte y ensayo", a pesar de ser bastante accesibles. Dramas simples, muy bien contados y sin grandes alardes. Y esta no iba a ser excepción.
Una historia inverosímil pero que en manos de los belgas se convierte en oro. Aquí si que se puede utilizar la máxima de que no hay buenas ni malas historias sino bien o mal contadas, pues lo que se nos narra es la odisea de una mujer recién salida de una baja por depresión que tendrá que convencer en un fin de semana a buena parte de sus compañeros, de renunciar a su paga extra para no ser despedida el lunes. Premisa simple pero muy eficaz, ya que en manos de mucha otra gente acabaría siendo un panfleto político o un "dramón sentimentaloide" pero los Dardenne alejándose de maniqueismos consiguen que la hora y media de duración sea compacta, mezclando el drama con momentos de empatía y solidaridad, y que entendamos las reacciones de los diferentes trabajadores y sus motivaciones, aunque, imagino, que la gran mayoría de público empaticemos con la Sandra protagonista.
Y esa Sandra no es otra que la grandísima Marion Cotillard, una estrella francesa que empieza a serlo a nivel mundial, con su Oscar haciendo de Edith Piaf y cada vez con más peso en Estados Unidos. Ella es la que lleva el peso de la historia y su papel no se puede calificar de otra forma que como extraordinario, ya que además de los múltiples matices con los que los ha caracterizado los Dardenne,; fuerza y vulnerabilidad a la vez,esfuerzo y dejadez o perseverancia y miedo, ella interpreta con una naturalidad y un dominio de la expresión hipnótico. A esto hay que sumar a los secundarios que cumplen sin problemas sus cometidos, encabezados por el habitual de sus filmes Fabrizio Rongione.
Aunque para habituales los técnicos, ya que lo principales son con los que llevan trabajando toda la vida como el fotógrafo Alain Marcoen y la editora Marie-Heléne Dozo, a los que hay que sumar la ciudad de Lieja, que aunque no se diga que está ambientada ahí, lo parece como en el resto de su filmografía. El resto; ese dominio de la cámara, con esos planos largos y esa concepción de puesta en escena tan particular, sin una banda sonora específica, ya que la única música que suena son canciones puestas en el coche o que suenan en la radio, que aumentan la sensación de verdad y que convierten a "Dos días, una noche" en otra genialidad de Jean Pierre y Luc Dardenne. Además buena señal que grandes actrices estén en sus últimas "pelis" como Cecile De France en la anterior "El niño de la bicicleta" y la Cotillard en esta. Muy buena señal.
Y pienso que en estos tiempos de crisis es una buena idea ver "Dos días, una noche", puues su planteamiento da que pensar: ¿cuánta gente estaría dispuesta a renunciar a su paga extra por mantener un puesto de trabajo de alguien que conocemos? Yo pienso que muy pocos estarían dispuestos, pues conozco casos, y no pocos, de gente que se desvive por los demás y que apela a la unión frente al empresario pero que cuando consigue su puesto de trabajo se convierte en un ser más egoísta que intenta mantener su nuevo estatus o su nivel de vida. Lo mismo se puede decir del que apela al elogio desmedido del proletariado hasta que trabaja, tiene más dinero y se olvida de sus ideales, excusando por su falta de tiempo o cansancio. es parte de la condición humana y dentro de nuestros trabajos somos más o menos egoístas, más o menos individualistas o más o menos trabajadores. Siempre he creído en el esfuerzo en el trabajo e intento hacerlo lo mejor posible, aunque no siempre se pueda, pero me sorprende ver como tanto en la administración público como en algunas empresas privadas con plantilla con contratos casi blindados, algunos se acomodan, se convierten en auténticas rémoras, con bajas laborales delirantes, nulo rendimiento, ínfima capacidad para el trabajo en grupo y creadores de mal ambiente que en cambio están bien vistos por sus superiores, por su falta de mejora y porque suelen ser polémicos en cuanto algo trastoque sus planes que poco tiene que ver con el trabajo (días, horas de libranza...). Como sus contratos son semiimposibles de romper, esos mandos, que por cierto tampoco demuestran ningún merito y solo el amiguismo les sitúa en esos puestos relevantes, prefieren darles la razón que al trabajador que se queja de ese cáncer empresarial.¿A que todos conocemos a alguien así? Supongo que este final es la única manera que tengo de patalear ante estos seres tan perniciosos para el bien común que se persigue.

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