Uno de los terrores para el fin del verano antes de que llegue el otoño, aunque las tempetaturas parecen recordarlo, ya que el calor sofocante del estío va dejando paso a un termómetro más razonable. Toda esta introducción para comentar esta divertida propuesta escrita para rockthemusic.com
En uno de los mejores ensayos escritos sobre la transcripción del
miedo a soportes culturales, nos referimos a “El horror en la
literatura” de H.P. Lovecraft , el genio estadounidense abre con una
introducción imprescindible sobre el temor a lo desconocido y lo
denostado que suele ser en el ámbito cultural:
-“El miedo es una de las emociones más antiguas y poderosas de la
humanidad, y el tipo de miedo más viejo y poderoso es el temor a lo
desconocido. Muy pocos psicólogos lo niegan y el mero hecho de admitir
dicha realidad no deja de dar carta de naturaleza a los cuentos
sobrenaturales como una de las formas genuinas y dignas de los relatos
litetarios. Contra ella se disparan todas las saetas de unos sofismas
materialistas, que con tanta frecuencia se aferran a las impresiones
experimentadas y a los sucesos exteriorizados –entendiendo este término
en su aspecto psicológico-, y de un idealismo tan ingenuo como insípido
que se opone a las motivaciones antiestéticas, abogando por una
literaturapuramente didáctica, capaz de ilustrar al lector y “elevarlo”
hacia un nivel adecuado de afectado optimismo”-
No se me ocurre ejemplo mejor para explicar por qué el cine de
fantasmas suele estar tan vilipendiado por la crítica al uso. Un cine,
sin embargo, con multitud de adeptos, entre los que me incluyo, que
disfrutamos con estas historias de espectros y entes desconocidos. El
problema, tanto en la literatura como en el séptimo arte, suele ser
cuanto puede mantener la tensión el autor, ¿durante cuánto tiempo puede
esconderse el misterio o la criatura del más allá o de alguna zona
recóndita e inexplorada? En literatura se consigue evitando la novela y
centrándose más en el cuento como en celuloide puede enunciarse la
analogía entre el cortometraje y el largometraje. De un corto,
precisamente, proviene esta cinta que ahora llega a nuestras pantallas.
Una pieza titulada “Lights out” que presentó al festival de terror
“Who´s there?” el sueco David F. Sandberg y que a pesar de no ganar el
premio a la mejor película se convirtió en viral en internet y en solo
dos minutos y medio consiguió asustar a medio mundo. La historia era
simple y eficaz. Una mujer ve una sombra espectral cuando apaga la luz
que desaparece cuando la enciende. En un juego de encender y apagar la
sombra se acerca y ella muerta de miedo se introduce bajo la colcha,
cuando la luz empieza a irse y la sombra se acerca. Consigue encender la
lámpara de la mesilla de noche y todo parece haber llegado a su fin
pero tras la mesa se encuentra la horrorosa criatura que apaga la luz. De aquella primigenia idea, un especialista en este género como Eric
Heisserer, no en vano es el autor de los “libretos” de los remake de
“Pesadilla en Elm Street” (2010), “La cosa” (2011) o la quinta parte de
“Destino final”, ha sido el encargado de formar una historia con el
corto de Sandberg al que han decidido dar la oportunidad de rodar su
primer largo. Y Sandberg ha tenido en cuenta por donde quería narrar,
pues el inicio es básicamente el del corto, pero en un almacén, incluso
con la actriz Lotta Losten, la chica de la pieza de 2013, protagonizando
la secuencia y el tono intimista, ya que todo el pánico y el suspense
es siempre en el interior de alguna vivienda o zona colindante. En eso
hay que aplaudir la idea, ya que sin demasiados aspavientos han
conseguido trasladar un par de minutos a hora y veinte. Eso sí,
demasiada colección de clichés lastran el resultado final, pues
demasiados de los sustos consisten en elevar la banda sonora y ofrecer
un catálogo de obviedades, como la niña del psiquiátrico, la consabida
voz terrorífica y otros múltiples tópicos de este tipo de películas. En
eso no es demasiado original y aunque supera el desastre no puede llegar
al aprobado.
Buena parte de la culpa la tiene la realización del propio Sandberg,
que si bien es verdad que deja claro el tono intimista de la cinta, pues
empieza en un espacio cerrado para ir cerrando más las secuencias según
avanza el metraje, la última grúa nos conduce lejos del interior de la
morada. Lástima que el tono no parezca el adecuado, pues al poco tiempo
el espectro deja de tener gracia, limitándose a aparecer para dar pistas
de su tortuoso pasado, más en la línea de los fantasmas asiáticos
cuando sufren el “remake” norteamericano, donde en una filmografía no es
necesario explicar nada, en occidente todo tiene que estar atado y
tener cierto sentido, en algunos casos para bien como en “The Ring”,
donde en la versión de Gore Verbinski explicaban el por qué “La niña del
pozo” aparecía a los siete días, cosa que en la Hideo Nakata no
ocurría. Al final Sandberg no arriesga con la cámara ni con la puesta en
escena limitándose a planos obvios y unos claroscuros que unas veces
funcionan y otras no tanto, a pesar de que el director de fotografía
Marc Spicer consigue en el sótano alguno de los mejores momentos, con el
personaje solo y bien iluminado ante una absoluta oscuridad detrás, muy
en la línea de lo que suele ofrecer James Wan, que a fin de cuentas es
su productor y me temo que la principal referencia de Sandberg, cosa que
me parece estupendo pues ya dejé claro mi impresión del taiwanés en la
crítica de la segunda parte de “Expediente Warren” pero llegar a su
enorme manejo de la puesta en escena y de la dirección de actores es
complicado. Y en este segundo punto sí que dista mucho entre ambos, pues
salvo el inicio con un convincente Billy Burke y Lotta Losten, el resto
del reparto no dejan de ser meros arquetipo con unas histriónicas
Teresa Palmer y Maria Bello (con lo que prometía esta actriz) y un
hierático Alexander Di Persia, que parece ser él quien toma los
antidepresivos.
En el capítulo técnico, Wan ha cedido a su editor de confianza Kirk
Morri y eso se nota en el resultado final, ya que dota de una prestancia
que eleva el tono medio, cosa que no se puede decir de la previsible
banda sonora de Benjamin Wallfisch que hace anhelar a Joseph Bishara que
estoy seguro que hubiese realizado una partitura más aterradora, ya que
el miedo es una de las emociones más antiguas y poderosas de la
humanidad. O acaso, ¿vamos a llevar la contraria a Lovecraft?
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