CONSIDERACIONES SOBRE "OCHO APELLIDOS VASCOS"
Pues vistas las cifras de taquilla, estamos ante la película de moda. Esa "rara avis", que de vez en cuando nos ofrece el cine español, donde un filme, sin un director de los "top", revienta las salas y muestra el camino de lo que debería ser la industria española. Falta hace.
Y hay que reconocer que esta no es una gran historia. Llena de tópicos sobre andaluces y vascos y todos los lugares comunes, en un enredo sentimental imposible y como comedia romántica previsible y sin gran calado. ¡Pero lo mejor es que funciona!, ya que como en una ocasión me dijeron. -"No hay historias buenas o malas, sino bien o mal contadas"- y aquí hay que reconocer que el guión de Borja Cobeaga y Diego San José funciona como comedia desternillante, en un tanto por ciento muy elevado de sus "gags". Y eso consigue, que su hora y media, transcurra en "un suspiro", con un ritmo magnífico y trepidante, con la sonrisa en la cara durante todo su metraje y con alguna carcajada espontánea. Y eso tiene mucho mérito.
La dirige el veterano Emilio Martínez Lázaro, que curiosamente sus grandes éxitos han sido con comedias de este tipo, como "Amo tu cama rica" o las dos partes de "El otro lado de la cama". Él se limita para conseguir no hundir el excelente guión, a utilizar mucho primer plano y medios, intercalándolo con los generales cuando quiere convertir el paisaje en otro personaje más. Un acierto.
Encima se ha rodeado de buenos profesionales, pues me alegro comentar que la fotografía de Gonzalo F. Berridi es magnífica, tanto como la enloquecida edición de Ángel Hernández Zoido, que dota a todo el conjunto de un ritmo endiablado. Mención aparte merece el sonido, pues es uno de los grandes "debes" del cine español, sobre todo el sonido directo. Aquí suena muy bien, comparándolo con otras producciones, algunas muy importantes, donde se naufraga inmisericordemente y cuesta bastante, entender lo que se está diciendo en pantalla.
Como suele ocurrir en este tipo de films, uno de los platos fuertes son las interpretaciones y como es lógico, han sabido rodearse de buenos cómicos, ante los que no tengo casi ningún prejuicio porque no suelo ver la televisión, salvo películas, series extranjeras y fútbol. El protagonista es Dani Rovira, por lo visto muy famoso por ser un monologuista de renombre. Tipo muy gracioso, que defiende, de forma admirable, su papel sin problemas y con el que es difícil no reírse, aunque también gracias a las soberbias lineas de diálogo. Su pareja es Clara Lago, chica que, supongo, sale de televisión y que lo único que tiene que hacer es de mujer arisca y con "mala leche", donde no tiene ningún mínimo contratiempo y "saca" el papel con facilidad. Los más veteranos, son los que dotan de ese poso de saber estar y profesionalidad, con Carmen Machi, famosa por una serie, que no he visto nunca pero a la que he podido disfrutar varias veces en el teatro, desde un inolvidable montaje de "Roberto Zucco" de Bernard Marie Koltès y un karra Elejalde, al que había perdido la "pista" hace años. Todos consiguen este rotundo éxito.
Y es que imagino que el mundo de los tópicos funciona y en el fondo nos gusta reírnos de nosotros mismos. Llevo muchos años viviendo en Andalucía y tengo multitud de amigos vascos, que me han hecho visitar esas tierras a menudo y muchas de las bromas que tengo aquí y allí, las he visto reflejadas en "Ocho apellidos vascos". Y es que no hay nada más sano, que reírse de uno mismo, de nuestra forma de vivir, de pensar y, por lo tanto, de nuestra idiosincracia. Eso es sinónimo de inteligencia, así que bienvenido sea este tipo de productos.
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