miércoles, 17 de junio de 2015


CONSIDERACIONES SOBRE "TOMORROWLAND: EL MUNDO DEL MAÑANA"

Uno de los estrenos importantes. Película futurista, de gran presupuesto y con la patina de calidad que suele dar el sello Disney. De hecho en su título en España, copiado del original, se ha potenciado a la productora denominándola "Disney Tomorrowland: El mundo del mañana". Esas cosas de los distribuidores.
La cinta no es mala ni mucho menos pero para que me voy a engañar. Esperaba más. Bastante más. Y en repetidas ocasiones he dejado claro en esta bitácora mi amor incondicional a la ciencia ficción. Género que me apasiona y encima con una historia, que "a priori" sonaba bien, con unos personajes del presente que deben salvar un futuro de hecatombe. Ahondaré más adelante el tema.

El caso es que el guion, además de su director Brad Bird, está escrito por Damon Lindelof, uno de los guionistas de esa inclasificable serie como fue "Perdidos", aunque luego haya tenido algún tropezón como guionista con espantos como el "Prometheus" de Ridley Scott y la adaptación brillante, al no tener casi nada que ver con la novela del "Guerra Mundial Z" de Marc Foster. El libreto aquí está bien hilado y los diferentes pasos del presente al futuro ideal o al destruido se ven con agrado. De hecho, toda la cinta se ve con agrado y se entrevé lo que mostró al mundo con la impresionante serie de J.J. Abrams, pero el edulcorante de costumbre de la marca Disney, lastra bastante el resultado final y durante las más de dos horas que metraje, se tiene la sensación de que el argumento podría dar más de sí. Ser mejor o contar cosas mucho más interesantes.
Lo mismo se puede decir de la dirección de Brad Bird, un hombre que procede de la animación, con títulos tan brillantes como "Los invencibles" o "Ratatouille" y que tras las últimas andanzas de Tom Cruise en "Misión imposible", vuelve a la ficción con actores de "carne y hueso". Realización competente, que a pesar de tener muy buenos efectos, tanto visuales como de sonido, intenta que estos apoyen a la historia y no sean los únicos protagonistas, como suele ocurrir con los largometrajes donde priman los CGI. Y en más de un momento lo consigue, con un planteamiento algo simplista y muy maniqueo, como es norma en las producciones del creador de Mickey Mouse, pero que funciona más o menos bien, pero con la misma sensación que con el libreto. Podría haber dado más de sí.
Técnicos de "primera fila" como el gran Michael Giacchino, músico de cabecera de J.J. Abrams y que me imagino que al estar Lindelof también como productor, habrá influido en su contratación. Fotografía preciosista de Claudio Miranda y montaje donde sobresale el nombre de Walter Murch, todo un genio del sonido y la edición con trabajos tan sobresalientes como "Apocalypse Now", la segunda y tercera parte de "El padrino" o "El paciente inglés". Todo funciona, como no podía ser de otra forma, con semejantes mimbres, aunque lo que me ha parecido muy curioso, es que el mundo del futuro, esté construido con edificios que parecen sacados de la mente de Santiago Calatrava, pues en más de un momento, me parecía que se basaba en cosas como la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia.
Los actores solo cumplen y ninguno podrá decir que es su mejor papel, ni George Clooney, ni el "Dr. House" Hugh Laurie, ni la, para mi, desconocida Britt Robertson, cuyo personaje, para colmo, me resulta antipático, algo parecido que el robot interpretado por Raffey Cassidy.
Lo que si me ha resultado cuanto menos inquietante, es la idea de gente dispuestos a mejorar el mundo "a toda costa" y que al final lo único que consiguen es la gran hecatombe, aunque hay mucha gente dispuesta a seguir esas ideas. No he podido dejar de hacer el paralelismo con la actualidad en España, donde descubro con horror, como cierto sector de la sociedad se están comportando como "fans" de grupos de rock o clubes de fútbol, ante la política y nada de lo que hagan los "suyos" por muy disparatado o enfermizo que sea es justificable. Ideas que pueden ser buenas en origen pero que en manos inadecuadas podrían generar un daño difícilmente reparable. Y eso da miedo. Por lo menos a mi. Confío en estar errado en mi planteamiento y que el gobierno no se convierta en una demagogia platónica. O peor. En una nueva oligarquía.

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