miércoles, 30 de septiembre de 2015


CONSIDERACIONES SOBRE "EL CENADOR DE AMÓS"

Uno de los mejores restaurantes de Cantabria cerraba este pequeño doblete que he realizado con mis compañeros de "El Liceo del Vino". Un lugar al que le habíamos "echado el ojo" y donde sabíamos que íbamos a comer muy bien, gracias al talento de Jesús Sánchez.
El problema de estos grandes templos de la gastronomía es obvio que es su precio, pues al no ser un potentado y tener un sueldo normal, tengo que ahorrar unos cuantos meses para conseguir llegar a la factura. Algo que se hace con gusto, visto los resultados, pero que cada vez me sorprende menos, pues el paladar se va acostumbrando y la novedad de las primeras ocasiones se va perdiendo. No tengo claro si seguiremos por este camino pero salvo los muy destacados no se si merece la pena la relación calidad/ precio de sitios como "El cenador de Amós".

No voy a criticarlo pues estaba todo buenísimo y no en vano posee desde tiempos inmemoriales la estrella Michelín y los tres soles en la guía Repsol, además de servir de maestro a algunos nuevos chefs como Sergio Bastard y "La casona del judío". El local es precioso, en el pueblo de Villaverde de Pontones, en un palacio del siglo XVIII, donde se ubica el comedor, rodeado de un hermoso jardín, donde al fondo existe otro salón, preparado para bodas. Tras tomar una cerveza en el velador, entramos para degustar lo que nos ofrecía su cocina. Dentro de los menús que conforman la carta, elegimos el más largo, como viene siendo costumbre, llamado Experiencia". El maridaje lo dejamos en manos de su experto sumiller Aratz Mendieta, que nos propuso un interesante juego, sin decir que vinos estábamos probando, por lo que nuestras papilas gustativas trabajaron mucho y bien. Entre las apuestas que nos ofreció, unos cuantos que ya habíamos catado con anterioridad como "La bota de fino", no recuerdo el número, del Equipo Navazos de Jerez de la Frontera, la sidra francesa "Poire" o ese inclasificable vino de postre llamado "La cosa, the thing" que probamos en "Montia", junto con clásicos como el "Viña Tondonia" blanco, un Viña Albina Gran Reserva, un palo cortado como el Apóstoles, un blanco neozelandés, otra sidra de pera, o un canario de Tenerife con su Listán negro. Maridajes muy acertados.
El menú comenzaba con la tortilla de patata de Amós, un bocado sorprendente, con una divertida presentación y de gran sabor, la anchoa de Cantabria, nigiri y alga nori estaba muy buena, tan buena estaba la anchoa, que daba un poco de pena enmascararla con el arroz, el alga y la salsa. Magnífica. No fue el único plato que se repitió con "La casona del judío", pues un magistral lomo de chicharro con salmorejo de pimiento y sorbete de tomate llegaba a la mesa. Delicioso. Es normal que haya platos que se repitan, pues estamos ante el maestro y el discípulo y ambos trabajan con productos de temporada y de proveedores locales. El tartar de carabinero y mango era otro suculento plato que cerraba esta primera parte de forma inmejorable.
"Nuestro cocido con tostada de maiz y cilantro", divertida version del cocido montañés, aunque desgrasado y sabroso, no llegaba a la excelencia de sus antecesores, ni a un cocido ¡de verdad!. Cosas que pasan. El tronco de cigala y ajo arriero sí devolvía el nivel esperado. No pude disfrutar la tosta rota de magano, un calamar de la zona, pues estaba intoxicado por unas rabas el día anterior y solo verlo me hizo repudiarlo. Mis compañeros de mesa me dijeron que estaba rico. Sin mas. Decepción me resultó el escalope de molleja lechal con brotes vegetales, pues me resultó algo insípida, algo raro pues está claro que el producto es de primera.
El rapé al vapor, callos de bacalao y royal de su hígado, nos llevaba a la conclusión de que nos gusta más como cocinan el pescado y el marisco que la carne, pues el pichón, quinoa venere y albóndigas siendo un buen plato, no llega al sabor de los productos del mar. Y antes de los postres llegó la polémica, pues nos ofrecen una tabla de quesos. Al elegir el menú más largo y no decir nada ni los camareros ni la carta, entendimos que entraba en el precio, pero no solo nos cobraron diez euros por cada una sino otros diez por dos vinos para el maridaje. Ellos están en su derecho, pero como no nos pareció correcto, no les dejamos un euro de propina. Primera vez que hacemos algo así pero el servicio en mesa tampoco estuvo a la altura.



Los postres muy aceptables, con una crema de leche merengada, cítricos y eucalipto y un coco- tallarín, achicoria y bizcocho quemado que sirvieron de perfecto contrapunto, con los "petit fours" que degustamos de nuevo en el patio con unas infusiones.
Buen sitio, buena comida, buen sumiller, regular servicio y precio muy elevado y con el feo detalle de no avisar por ningún lado el precio de la tabla de quesos.

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