martes, 18 de junio de 2013


CONSIDERACIONES SOBRE "LA CIUDAD DE LA HABANA"

Como bien sabe quien me conoce, vivo en El Puerto de Santa María, muy cerca de la ciudad de Cádiz, un lugar donde siempre añore vivir hasta que lo conseguí. Y como dicen por aquí, La Habana es Cádiz con más negritos, Cádiz es La Habana con más "salero". No se si la letra de esta habanera es cierta, lo más probable es que no, pero el parecido entre las dos ciudades es evidente, salvando las distancias.
No en vano, cuando en "Muere otro día", última de las andanzas de James Bond con Pierce Brosnan, intentaron reflejar la capital de Cuba, rodaron todos los exteriores en Cádiz. Y lo entiendo. Ya que "El malecón" habanero que se extiende desde Miramar, pasando por El Vedado, hasta llegar al centro histórico, tiene cierta similitud con El Campo del Sur gaditano. Siempre pensando que el cubano es infinitamente más grande e incluso los dos acaban en baluartes defensivos, como son el castillo del Morro y el de San Sebastián.
Pero las similitudes no acaban ahí, pues pasear por sus decadentes centros históricos, con sus calles estrechas y paredes devoradas por el salitre es toda una experiencia. En La Habana he sido bastante feliz, tras asistir a una boda en Ciego de Ávila donde era el padrino y recorrer la isla por las provincias más orientales, el centro de La habana se me ofrecía como un viaje a lugares conocidos, tiempos mejores y ritmo, mucho ritmo. Y es que pasear por sus calles es comprender algo la idiosincracia del cubano, con su amabilidad, sus múltiples problemas y su temperamento.
Beber un daiquiri en "El Floridita" es pasear por los rincones más históricos de la literatura, además que están muy buenos. Otro paseo por las letras es tomar un mojito en "La Bodeguita del Medio", aunque ahí se queda la memoria, pues la bebida es la más sobrevalorada de todo Cuba.
En La Habana me encuentro como en un escenario, algo distinto que es muy complicado narrar en palabras, supongo que James Joyce lo haría bien, pero ya quisiera yo tener un mínimo de su talento literario, desde los hoteles de lujo de Miramar que contrastan con un régimen supuestamente comunista, donde todo es mercancía de compra y venta, hasta lo animado de sus calles y sus noches, con gente irreal que son capaces de proponer los planes o ideas más irreales.
Una ciudad que bien merece una visita, aunque no sea lo que más me gustó de Cuba, ya que según uno se adentra en el interior de la isla, todo se vuelve distinto, más extraño y más económico.
Aún así estoy deseando volver, cosa que se que haré tarde o temprano, aunque no sea de padrino en una boda, cosa que me hizo muy feliz y de forma muy curiosa, hoy que escribo esta entrada, el novio de aquella boda se vuelve a casar esta semana, concretamente el sábado. Seguro que rememoraremos La Habana, junto con los invitados que asistieron a la anterior ceremonia.

4 comentarios:

  1. Seguro, este sábado brindaremos todos juntos de nuevo.

    ResponderEliminar
  2. ¡La Habana bien vale una boda! ¿O era una misa...? ¿O era París...?

    ResponderEliminar
  3. En este caso ¡La Habana, bien vale una boda!, aunque la boda no fuese en La Habana.

    ResponderEliminar