sábado, 1 de junio de 2013
CONSIDERACIONES SOBRE "CUEVAS EL SECRETO"
Pues continuamos con excelentes banquetes cárnicos, tras las consideraciones del pacense restaurante "A la parrilla". En este caso, viajamos a Madrid, en pleno centro de la capital del Reino, para adentrarnos en un coqueto, castizo y muy recomendable local; Las Cuevas El Secreto, donde disfrutamos de un menú que hizo las delicias de los dos comensales que me acompañaron en este nuevo viaje gastronómico. Y las mías.
De situación privilegiada, ya que se encuentra en la calle Barcelona, muy cercano a la Puerta del Sol y en zona de locales de "rancio abolengo", este restaurante destaca por su amplitud, ya que al ser unas cuevas, infinitos recovecos pueblan sus mesas, estratégicamente repartidas por todo el lugar. Una virtud y un defecto; ya que comimos con la única compañía de otras dos personas, pero por su concepción, puede resultar algo oscuro y la cobertura telefónica es muy exigua. Pero para mi es poco problema, ya que intento desconectar el teléfono móvil cuando voy a comer. Y es que la vida es cuestión de prioridades.
El menú fue previamente elegido y la verdad es que fue un acierto por su excelente relación calidad/precio, con cinco entrantes bastante contundentes, una buena carne, su postre y un par de botellas de vino tinto de diferentes procedencias. Comenzamos.
El inicio de este interesante almuerzo empezaba con unos entrantes a compartir, cosa que tengo que decir que siempre me ha gustado, ya que de esta forma se puede probar más sabores y es evidente que al final se pueden conseguir abaratar los precios de forma considerable. Las cinco generosas raciones consistían en un buen jamón de ilustres apellidos; en este caso, ibérico de la Dehesa de Extremadura, rico, pero sin llegar a la excelencia del de "A la Parrilla", una deliciosa ensalada de tomate raza con ventresca de atún al oliva virgen, un micuit de pato a la miel de pomelo y reducción de Pedro Ximenez, magistral, potente, de gran sabor y delicada textura. Lo acompañamos con un Ribera del Duero, de esos con los que no se falla; el Carmelo Rodero, con su crianza en barrica de 9 meses, amplio, intenso y donde destaca la fruta roja de su Tempranillo . Un acertado maridaje que no nos dejó indiferentes. también llegaron otros dos riquísimos platos, pero imposibles de combinar, como fueron unas croquetas de cigalitas y bacalao en un fondo de salmorejo y unas gambas rojas a la plancha, así, sin más, con todo su sabor natural.
Para la carne, elegí un poderoso solomillo de ternera braseado con una salsa de foie y reducción de Pedro Ximenez, nuevamente. la carne estaba espectacular, pero la salsa era un extraño engrudo, algo
quemado, por lo que amargaba en exceso. Así que retiré ese liquido corrosivo y me centré en apreciar el buen corte y disposición que me ofrecía el solomillo, que bien podría ser de la Sierra de Guadarrama, zona madrileña donde encontrar exquisita ternera y que recomiendo con avidez. Lo acompañamos con un vino del gran Manuel Manzaneque, uno de esos enólogos y viticultores, a los que hay que tener en consideración, y de nombre ¡Ea!, vino de La Mancha, de uvas Cencibel y Tempranillo, muy amable en boca, con un tanino muy matizado. Uno de esos vinos actuales, que tanto gustan en el extranjero. otro acierto de maridaje.
Acabamos con un carpaccio de piña al anís de pomelo, con unas finas lonchas de esa fruta, que finalizaron el buen almuerzo, con su colofón de café y unas copas de pacharán. Interesante restaurante, que nos sorprendió y que quiero recomendar en esta bitácora, ya que hablar de comida es una de las cosas más interesantes sobre lo que uno puede llegar a escribir.
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