CONSIDERACIONES SOBRE "CARMEN"
Comentaba en la entrada dedicada al "Cascanueces" mi afición al ballet, aunque mi devoción absoluta es por la ópera. Además de diez temporadas como abonado al Teatro Real de Madrid, abono que conservo, aunque no utilizo por residir a setecientos kilómetros, he visto numerosos montajes desde Berlín, Londres, Estocolmo hasta Milán, París o Praga. Una modesta producción llegaba a El Puerto de Santa María. No me la podía perder.
Se trataba de la archiconocida Carmen de Georges Bizet por la desconocida, para mi, Teatro de la Ópera de Rousse (Bulgaria) que por lo que parece están de gira por España.
Puesta en escena simplona y eficaz, con un edificio de cartón piedra que vale como Plaza de España de Sevilla, taberna de Lilas Pastia o "La Maestranza" hispalense. El coro y figuración con los vestidos esperados en el sur de España en el XIX y ningún riesgo. Tampoco se le debía exigir mucho más, ya que los precios variaban entre los 20 y los 28 euros.
Una orquesta bastante pequeña con alrededor de unos treinta y cinco músicos, a los cuales se les veía cansados y un director llamado Nayden Todorov que se dedicó a interpretarla "a toda pastilla", con una velocidad que me dejó atónito. En dos horas y cincuenta minutos, con un descanso de veinticinco, resolvieron la inmortal obra de Bizet.
Respecto a los cantantes, una Kremena Gancheva, mezzo limitada respecto al timbre pero con notables dotes interpretativas, compuso una cigarrera digna, un Arturo Garralón que cumplió, sin más con su Don José y una Micaela bastante interesante, aunque no he podido averiguar su nombre, ya que no daban ningún tipo de programa en el Teatro Muñoz Seca. Algo imperdonable.
Este es el cuarto montaje al que asisto de "Carmen" y con diferencia es el de menor presupuesto y menores ambiciones. Aún así acabe feliz, pues llevaba más de un año sin ver una representación operística y mis únicas incursiones en la lírica habían sido con algún que otro musical. Lo echaba de menos.
Y es que en estos años apenas he podido disfrutar de una de las experiencias más intensas que he llegado a vivir. Todavía recuerdo un emocionante "Tristán e Isolda" por Daniel Barenboim, en el que pude observar que al finalizar el primer acto estaba al "borde de la lágrima" con las impagables voces de Waltraud Meier y Ben Heppner y ese ángel que copaba el escenario en la dirección escénica de Harry Kupfer. Sin duda, mi referente de lo que he visto hasta ahora.
Vivir en un pueblo de provincias tiene estos inconvenientes, aunque por otro lado numerosas ventajas, pero entre El Muñoz Seca de El Puerto de Santa María, el Gran Teatro Falla de Cádiz, el Real Teatro de las Cortes de San Fernando y el Villamarta de Jerez siempre ofrecerá la posibilidad de vivir ese momento tan hermoso que llega tras la obertura. Incluso pensándolo bien, al cabo del año, por lo menos cuatro diferentes producciones se dan cita por la zona. Y eso es casi media temporada. Espero que pronto pueda volver a narrar esta experiencia. La echaba de menos.
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